Tarjetas rosas para el Ejército

Las campañas políticas, con frecuencia, provocan en los protagonistas y su incontinencia verbal, en contra de sus naturales deseos y sus políticos intereses, expresiones involuntarias que permiten a los ciudadanos conocer el verdadero fondo oculto del personaje. Es difícil, como difícil es también esconder las riquezas mal habidas, las amistades inconvenientes o los actos de la vida de cuyo nombre no quisiéramos acordarnos, y que no surjan a la luz los sentimientos que subyacen en el fondo del alma de todo individuo. Menos aún, los que se adquieren desde la cuna y se adhieren en el ser permanentemente.

Resbalones gramaticales, sintácticos, incongruencias, fallas estadísticas, mentiras a medias, difamaciones –se dice que en la guerra, la política y el amor, todo se vale–, dislates, en fin, toda clase de piedras del camino que se incrustan en la planta del pie de los contendientes, que en sus improvisaciones fallidas, al irse cayendo las vestiduras que ocultan sus flaquezas o sus adiposidades, entretienen al espectador y hacen menos áridas las campañas, al tiempo que van permitiendo, a quien analiza con cuidado para decidir un voto razonado, definir el perfil de los participantes.

Pero hay de resbalones a resbalones y de dislates a dislates. A menos de 24 horas de que el presidente del PRI, abusando de la incontenible, agresiva y altisonante verborrea con la que excita a sus huestes, se ensañara contra los prietos que no aprietan y que le valiera una merecida tunda por su contenido discriminatorio y peyorativo –consecuencia, como escribo al principio, de los valores que se adquieren desde la cuna–, el precandidato a abanderado de su partido, enseñó un cobre, preocupante y peligroso.

En uno de sus últimos actos de precampaña, en Xochitepec, Morelos, José Antonio Meade Kuribreña, dirigiéndose a los miembros del Revolucionario Institucional, pero refiriéndose a las fuerzas armadas, ¿por qué el precandidato del PRI, en un acto partidario de precampaña, envía un mensaje a las fuerzas armadas?, se comprometió a retribuir la lealtad y el compromiso de las fuerzas armadas con nuestro país, incrementando los sueldos de sus miembros y mejorando sus condiciones de vida.

Mi padre fue un distinguido ingeniero militar que ascendió en el Ejército mexicano hasta ser general de división y fue el último jefe del Departamento Autónomo de la Industria Militar, antes de que este fuese incorporado, como dirección general, a la Secretaría de la Defensa Nacional. Lo que mi padre llegó a ser en la vida, se debe en muy buena parte al Ejército. Lo que he logrado hacer yo, lo debo en buena parte a mi padre y por ende al Ejército.

Tengo para el Ejército mexicano, para las fuerzas armadas, el más grande respeto, la mayor admiración y mi gratitud permanente.

Por ello, hoy escribí en las redes: “Meade: ‘Retribuiré la lealtad de las fuerzas armadas con mejores sueldos’. Al Ejército no se le compra, doctor Meade. Su lealtad no tiene precio. No sean tan burdos e insensibles, que ofenden”.

Claro que estoy de acuerdo con que los miembros de la fuerzas armadas tengan mejores sueldos y formas de vida dignas para ellos y sus familias. Pero no acepto, como sé que no lo aceptan los integrantes del Ejército, que su lealtad, esencia de su ser, sea moneda de cambio. Los miembros de las fuerzas armadas son soldados, no mercenarios.

Lo preocupante y peligroso –como he señalado antes– de la oferta Meade al Ejército, es que devela una forma de ser y de pensar –de la castaque se mamó en la cuna–, surge de una traición del inconsciente y de un enorme desconocimiento de lo que son las fuerzas armadas, de alguien que aspira a ser, como consecuencia constitucional, el Jefe Supremo de las mismas y que piensa, como declaró esta mañana del domingo de cierre de las precampañas, que su campaña estaría inspirada –menuda musa inspiradora– en la reciente campaña para la gubernatura del estado de México, adelantando desde ahora, frente a los miembros del partido que lo postula aunque no sea de los suyos, la versión para la milicia de la tarjeta rosa.

En un artículo reciente en el que di mi opinión sobre la Ley de Seguridad Interior me permití señalar: se trata de una disposición que hiere al Ejército Nacional so pretexto de protegerlo legalmente, al convertirlo, en contra de su origen popular y de su vocación de defensor de la Nación y sus instituciones, en arma de represión contra los ciudadanos. No podemos aceptar que una institución querida y respetada por el pueblo, sea transformada en una amenaza al mismo y en verdugo de la ciudadanía, por un perverso capricho del grupo en el poder para reprimir y perpetuarse en contra de la voluntad popular.

Ahora los mismos pretenden trasladar “la lealtad¨ de las fuerzas armadas a las instituciones de la nación, al partido en el poder, con la ofensiva carnada de una zanahoria. ¡Basta de tratar de usar al Ejército para fines distintos a los que señala nuestra Carta Magna y a los que corresponden dignamente a sus miembros! ¡Nunca, ni represores ni mercenarios!

Twitter: @jimenezespriu

 

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